No es lo mismo confinarse en un departamento amplio o, incluso, una casa con jardín que en un cuarto con apenas espacio para las personas que viven en él. Las familias que de por sí contaban con pocos recursos antes de la crisis del coronavirus ven como su situación se agrava cada día más. La cuarentena, el aislamiento obligatorio y el distanciamiento social dispuestos por las autoridades ante la emergencia sanitaria por el Covid-19 no son vividos de igual manera por toda la población. Los contextos habitacionales y socioeconómicos son factores determinantes para hacer frente a un virus que no entiende de territorios ni clases sociales.
Pilar (nombre ficticio) está pasando el confinamiento encerrada con su esposo, sus dos hijos y su hermano en una pequeña casa de dos cuartos que tienen alquilada en la meseta de Achumani. Son cinco personas viviendo en dos espacios de apenas nueve metros cuadrados. En uno duermen y en el otro cocinan.
“Tenemos un patio donde salimos a sentarnos y a pasar el día. Dentro de los cuartos hace mucho calor y no se puede estar”, cuenta Pilar mientras sus dos hijos, de siete y 11 años, juegan a la pelota como única forma de entretenimiento. El 36,4% de la población boliviana vive en situación de pobreza, según el INE.
Su vivienda no cuenta con los servicios básicos de agua potable y saneamiento. “Recibimos agua dos veces al mes de la pileta pública. Para recibirla tenemos que jalar la manguera. Alcantarillado tampoco tenemos, al cerro tenemos que ir porque no tenemos baño”, relata Pilar, muy preocupada ante una necesidad que los empuja, a ella y a su familia, a exponerse al contagio de la enfermedad.
Su esposo, ayudante de albañil y única fuente de ingresos del hogar, lleva sin trabajar desde el pasado 22 de marzo, día en que el Gobierno decretó la cuarentena total en el país. La medida encontró a la familia desprevenida y sin ahorros.
“Solo tenía guardada la plata del alquiler porque el dueño no ha venido a cobrar. Tenía mil bolivianos y por los cuartos pago 500. Estuve guardando ese monto pero ahora con ese dinero estamos sobreviviendo para comprar comida”, manifiesta.
Está angustiada por no tener cómo pagar la mensualidad si el propietario de la casa reclama el cobro. “Ojalá que me entienda. Si me quiere cobrar le voy a tener que rogar que me espere un tiempo. Yo confío en que me va a esperar porque sino nos quedaremos en la calle”, añade.
La próxima semana recibirá el bono familia por sus dos hijos. Si bien ese beneficio le significarán mil bolivianos que le darán un respiro a la situación que vive su familia, “no alcanza” para todo. Debe comprar alimentos y pagar las deudas que tiene tanto con el dueño de la casa como con el banco al que recurrió para pedir un préstamo para comprar un terreno en El Alto.
El caso de Pilar no es el único. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2017, el 36,4% de la población vive en situación de pobreza. Dicho porcentaje está destinado a aumentar -de acuerdo al nuevo informe del Banco Mundial- por la recesión de la economía boliviana en 2020.
El temor al contagio
En Villa Concepción, en la zona de Achumani, la vida sigue su curso de manera normal. Algunos vecinos y comerciantes no acatan la cuarentena establecida por el gobierno nacional y los niños se entretienen jugando fútbol en una cancha que parece escapar a cualquier tipo de control policial o militar.
El acceso a este espacio de recreación es también la puerta de entrada a la casa de Flor Angles. El suyo es otro de los casos en los que el confinamiento ha complicado aún más su situación.
“Hasta aquel fierro me da miedo tocar”, comenta Angles señalando al portón por el que se accede a la cancha y a su vivienda. “Puro niños vienen todos los días acá a jugar”.
Angles vive con su esposo y su hijo de seis años en un pequeño cuarto alquilado al que se llega por un patio de cemento no mucho más grande que el lugar en el que habitan. Justo al frente, en una habitación del mismo tamaño, residen una pareja y su bebé. Ambas familias comparten el baño, la cocina, el patio y los gastos de luz y agua.
Familias numerosas ocupan una sola habitación.
“Es horrible el confinamiento. Cuando nos levantamos, preparo el desayuno a leña en el patio para no gastar gas, porque hasta esta zona el camión repartidor no llega. Luego enseño a mi hijo a leer”, explica la joven mujer.
Otra de las cosas que escasean en Villa Concepción son los alimentos.
“Tampoco llegan hasta acá. Desde que comenzó la cuarentena, solo una vez han llegado y la fila era larguísima. Yo hace tres semanas que no salgo ni a la esquina porque tengo miedo de atravesar esa reja por la que todos los días entran y salen de la cancha. Cualquier rato nos vamos a contagiar”, lamenta Angles.
En su hogar, además tiene un perro, tres gatos, una gallina y dos patos. Estos últimos antes eran tres. “Pero ante la falta de comida para poder alimentarlos, uno ya no está”, dice sin necesidad de dar mayores explicaciones, dejando a su mirada triste contar todo lo demás.
Ella es trabajadora del hogar y su esposo ayudante mecánico, pero debido a la cuarentena ninguno de los dos está trabajando. Ahora solo les queda la incertidumbre de no saber si van a cobrar los sueldos de abril.
“Si no cobramos nos vamos a tener que apretar más. Estamos con miedo de no poder pagar los 150 bolivianos del alquiler y quedarnos en la calle”, asevera.
A este miedo se suma el contagio de la enfermedad. Si bien ella y su familia permanecen en casa, su vecino trabaja de cajero en un supermercado y aún tiene que seguir asistiendo a su puesto laboral.
“Yo me quedo cuidando a su bebé pero, ¿de qué me sirve a mí quedarme en casa si luego esta persona puede traer el virus y contagiarnos?”, cuestiona entre lágrimas.
Ayudas económicas
Canasta Es un bono de 400 bolivianos destinados a quienes perciben la Renta Dignidad -sin jubilación u otra renta-, el Bono Juana Azurduy y para personas con discapacidad.
Bono Familia 500 bolivianos para familias con hijos en escuelas públicas, privadas y de educación alternativa y especial desde el nivel inicial hasta la secundaria.
Bono Universal 500 bolivianos para todos los bolivianos mayores de 18 años que no reciben ninguno de los dos anteriores bonos, ni renta del Estad o algún salario público o privado.
La cuarentena revela las desigualdades
La pandemia vino a poner sobre la mesa y a profundizar problemáticas de largo arrastre, como las marcadas desigualdades sociales en Bolivia. Estas diferencias ahora corren el riesgo de ahondarse y de potenciar la vulnerabilidad de un sector de la población que, previamente, ya sufría una exclusión por parte del sistema.
Según la socióloga e investigadora Fernanda Wanderley, la cuarentena y el aislamiento social son “fundamentales” para prevenir la propagación del virus, el colapso del sistema sanitario y las muertes masivas.
Sin embargo, en un país como Bolivia, estas medidas deben ir acompañadas de ayuda estatal para solventar las necesidades de las familias con menos recursos.
Los contextos habitacionales y socioeconómicos son determinantes para enfrentar al virus.
“Esta crisis no afecta a todos por igual, las más afectadas son las personas en situación de pobreza (…) Unos pueden sobrevivir a esta pandemia cumpliendo el distanciamiento social y lo pueden hacer porque tienen las condiciones: ahorros, un trabajo que les sigue pagando, un hogar digno… pero otros no”, indica Wanderley.
Sostiene que el Estado debe efectuar su mandato constitucional de garantizar a estas personas la capacidad de vivir esta crisis.
La experta recuerda que hay muchas familias de escasos recursos que se caracterizan por su inestabilidad laboral y económica, por las dificultades en el acceso a los servicios básicos y de salud y por las viviendas precarias en las que viven.
En una situación como la actual es cuando salen a flote, en toda su “magnitud” y “deshumanidad”, las desigualdades sociales y la vulnerabilidad de este sector de la población.
“Hay que enfatizar en esas condiciones de vida de familias que por la pobreza, por la falta de espacio, por el hacinamiento y por la falta de servicios básicos ya estaban viviendo una situación de indignidad y que con esta crisis eso se expresa de una manera absolutamente descarnada”, sostiene Wanderley.
Añade que ahora deberíamos reflexionar sobre el hecho de “que tener a una proporción de la población en esa situación es algo que no debería ser aceptable”